20 de marzo de 2013

Domingos.

Todos los domingos son iguales. Más que rutina o una costumbre es un ritual. El agua de la ducha corre hasta adquirir la temperatura adecuada. Sus manos enjabonadas recorren cada milímetro de mi piel. Y las mías de la suya. Nos limpiamos minuciosamente para despojarnos de todo lo que nos rodea. Nos limpiamos por dentro más que por fuera. Y una vez que somos como dos lienzos en blanco, nos pintamos con besos de los colores más bonitos.  Sus manos dibujan en mi piel matices que jamás imaginé. Sus labios moldean figuras que bailan al son de majestuosas. Cuando llega la hora nos despedimos. Minutos más tarde yo me subo al mismo tren de siempre impregnada de su olor, y poco a poco esas bonitas figuras van cubriéndose de muchos tipos de impurezas. No me pongo triste. Simplemente espero a que vuelva a ser domingo para  volver a ser papel en blanco deseando que él me pinte.